Ricardo García Iglesias, coñocíu como Rico, fai un estudiu sobro la hestoria de la pesca l'angula na Ría d'Avilés / Abiyés
UNA RÍA QUE FUE ANGULERA. LA RÍA DE
AVILÉS
Ricardo García Iglesias-Rico-
ANGULEROS EN
EL ESTUARIO DE
AVILÉS
En las noches de oscurada y aguacero, con viento del tercer o
cuarto cuadrante, en los cuatro meses que van de noviembre a febrero, se salía
a pescar angula por las orillas de nuestro estuario. En casi todas las casas de
San Juan y de Zeluán había alguien que se dedicaba al oficio restándole horas
al sueño y aguantando el temporal, abrigándose con calcetines bufanda y gorro
de lana, calzándose con galochas, o
botas de agua, y tapándose con un chaquetón y gorro impermeables.
Galoches
En Avilés "les galoches" son unas "madreñes" con clavos de cabeza redonda
que hacía las veces de garras que se aferraban a
la roca. Para proteger del agua la
zona de la pierna hasta la rodilla, se usaba primitivamente un cuero al que se
aplicaba una sustancia grasa que lo impermeabilizaba. Posteriormente se usaba
un tronzo de cámara de rueda de camión debidamente unido al cuello de la
madreña con una tira de cuero sellada con galipote u otro tipo de brea.
Un peculiar calzado a modo de bota primitiva.
Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
Se pescaba
desde el Arañón hasta Recastrón y en la desembocadura del río Raíces, pero la
zona donde se acumulaban más anguleros era en la escollera “chapacuña” que va
de San Juan a Zeluán. En esa escollera desembocaba el arroyo de Vioño por dos
alcantarillones y en la proximidad de éstos eran donde más capturas se
realizaban. La angula se mueve de noche para evitar depredadores, se desplaza
en busca del agua dulce moviéndose serpenteante en fila por las orillas del río
y cerca de la superficie. Al comenzar la temporada se preparaba el “sedazo” con
alambre, tela nueva, y mango de cañavera; se sacaba del desván el cajón de
madera, con cribo y desagüe, el farol de vela o el carburo y se salía dos o
tres horas antes de la pleamar para coger sitio en la chapacuña, respetando
religiosamente la distancia entre anguleros que se marcaba con los agujeros de
desagüe de la cuneta de la carretera, unos 15 metros. Con la llegada de la
marea se pegaban las primeras “manguiadas” de prueba, si se sacaban media
docena de angulas, o más, era buena señal, si la “manguiada” resultaba en
blanco o sólo con un par de angulas tocaba trabajar. Pescando dos o tres
angulas de cada vez hacen falta dos o tres horas para llegar al medio kilo “manguiando”
sin parar. Se “manguiaba” a contracorriente, hacia abajo cuando subía la resaca
y hacia arriba al bajar el agua.
Farol - Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
Caxón - Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
Caxón con dos patas abatibles en un lateral para que pueda
adaptarse a la pendiente del terreno
Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
Sedazo o Serazu, caxón y farolín de vela
Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
De vuelta a casa con las capturas se levantaba la señora,
preparaba una infusión de tabaco y la vertía en el recipiente de las angulas.
La cruel muerte se producía en pocos minutos con las angulas alborotadas
levantando la cola. Luego se procedía al lavado, con un pequeño arel de harina,
hasta que dejaba de soltar espuma a base de batirla y cambiarle el agua. Se
ponía una olla con agua a hervir y se le echaba sal en su medida, se sacaba con
una espumadera al primer hervor y se extendía en un paño blanco, o sábana vieja,
a escurrir. Con el primer tranvía de la mañana se llevaba dentro de un rodillo
para vender a las marisquerías y restaurantes avilesinos. Si la marea había
sido abundante y en Avilés no había salida, se desplazaban en el tranvía
Carreño para venderla en Gijón. Aquí, al contrario que en el País Vasco o
Galicia que se aprecia la de lomo negro, tiene mejor venta la gorda y blanca de
comienzos de temporada.
Angula de lomo negro pescada en la Ría de Avilés
Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
Parece que la pesca de la angula comenzó en la citada zona a
finales del siglo XIX y se mantuvo como la describí hasta la década de los años
70 del pasado siglo. Al principio se usaban chalanas para pescar en la
chapacuña, pero al crecer el número de usuarios eran un estorbo y cortaban el
paso de la angula para el siguiente angulero. Con el tiempo se fueron
incorporando los nuevos materiales: de la tela metálica se pasó al plástico, de
la vela a la luz de gas o eléctrica (también se usaron carburos con su luz de
acetileno, blanco halógeno, pero eran peligrosos pues si una resaca los tiraba
al agua se producía una fuerte explosión que reventaba el aparato), del chaquetón
gutapercha a la ropa de aguas de hule, de las galochas de clavos (especiales para sujetarse en las piedras de la
chapacuña manteniendo los pies calientes) a las katiuskas de goma, del sedazo para la chapacuña al rastro
(redondo o triangular) para el canal del polígono de Maqua, etc. Hubo algún
intento de pesca al arrastre con lancha en el muelle Raíces pero no prosperó. En
los 80 se empezaron a exigir permisos y solo podían pescar los profesionales
que la vendían en Soto del Barco,
permitiendo a los deportivos capturar un cupo de 250 gramos. Con el
cambio de siglo se prohibió la pesca en la zona, aunque parece que de vez en
cuando se descubre algún furtivo.
Sedazo o Serazu redondo
Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
Entre las personas que destacaron como anguleros cabe
mencionar a la familia de la Pequena y
Manolo Fausto en San Juan (a Vicente Sánchez Bonátez, “Cubano”, le vi
pescar 9 kg en menos de un cuarto de hora), a Evaristo García Suárez y
Manuel Álvarez Fernández (Manolo Pacho) en Zeluán (los dos pescaron toda su
vida de galochas); del primero hay testimonio gráfico y su padre, del mismo
nombre y apodado cariñosamente “Padre”, tenía reservado un sitio en la
escollera, conocido como esquina Evaristo. A partir de los 70 del siglo pasado
se incorporaron muchos forasteros a esta pesca: Martín el Pescadero, Jesús
Amador, Miguel Bolaño, una familia de Molleda, etc. En la desembocadura del río
Raíces destacó la familia de Benjamín Velilla, al que ayudaban sus hijas.
En la foto se ve que Evaristo García Suárez -"Varisto"- lleva las galochas en el cribo.
Lo que lleva colgando es la escalera de dos pasos para no resbalar en la chapacuña.
Foto cedida por la familia (por su hijo, José Luis García García)
Esquina de Varisto, donde se ponía para pescar angula.
Foto de Ricardo García Iglesias-Rico-
Se puede decir que la angula arregló muchas
economías pues siempre fue un artículo consumido por minorías y de
elevado precio, sobre todo en las Navidades, después de Reyes caían
los precios y no se llevaba todo a vender, se consumía una parte en casa.
Ahora ya no se ve en las noches de luna nueva de invierno
la chapacuña iluminada con más de 20 faroles regularmente espaciados.
Ricardo García Iglesias -Rico-
22 de octubre de 2017